El amamantamiento protege la salud de los bebés de múltiples maneras.

Empieza el invierno y aumentan los casos de gripe. La lactancia materna protege a los bebés disminuyendo las posibilidades de contagio y los ayuda a recuperarse cuando se enferman.

Los bebés que no son amamantados suelen contraer infecciones con más frecuencia y gravedad que los bebés que se alimentan con leche materna.

Durante la lactancia las mamás les transmiten anticuerpos a sus hijos a través de la leche materna. Los anticuerpos son proteínas generadas por el sistema inmunológico que ayudan a combatir infecciones. Ninguna otra leche, ni ningún otro alimento, contiene anticuerpos.

RESFRÍO Y GRIPE COMÚN

Los resfríos y gripes comunes son infecciones de las vías respiratorias superiores (desde la nariz hasta la tráquea) generalmente de origen viral. Estos virus no se transmiten por la leche materna. De hecho, la recomendación es continuar con la lactancia, interrumpirla podría ser más peligroso porque el bebé dejaría de recibir -a través de la leche- las defensas que está fabricando la madre para esa enfermedad.

Estas enfermedades no tienen tratamiento específico antiviral y se curan solas en 5 a 10 días. Comúnmente, las drogas utilizadas para aliviar sus síntomas, son compatibles con la lactancia. Si se receta alguna puede buscarse en la siguiente página su grado de compatibilidad con el amamantamiento y encontrar una opción de menor riesgo, si fuera necesario: www.e-lactancia.org

No está justificado separar al bebé de su madre. El lavado de manos es importante para minimizar el riesgo de contagio.

Si el bebé está enfermo, lo mejor es seguir amamantándolo, ofreciéndole el pecho más seguido durante la enfermedad. Los bebés enfermos necesitan más líquidos que cuando están sanos, la leche materna es mejor que cualquier otro líquido, aún mejor que el agua, porque también ayuda a reforzar su sistema inmune.

Si el bebé está tan enfermo que no puede tomar el pecho, se le puede brindar la leche materna con una taza, una jeringa o un gotero.

Se recomienda alimentar a los bebés menores de 6 meses con leche materna en forma exclusiva, continuando un mínimo de dos años, mientras se agregan otros alimentos.

Otros cuidados: lavarse las manos frecuentemente con jabón durante 20 segundos y evitar toser o estornudar en la cara del bebé.